A los 18 meses, los niños y niñas comienzan a explorar el mundo desde una nueva perspectiva. Esta etapa está marcada por la adquisición rápida de habilidades, una necesidad constante de explorar y experimentar, y el deseo de interactuar con el entorno de manera independiente. Al mismo tiempo, el desarrollo del lenguaje se acelera, lo que genera una combinación poderosa de aprendizaje y exploración.
Muchas familias se sorprenden ante los nuevos comportamientos de sus hijos, ya que se vuelven perseverantes para alcanzar sus objetivos. Cuando se enfrentan a la negativa de los adultos, suelen surgir las temidas rabietas. A menudo se habla de los "terribles dos años", pero en realidad es una edad fascinante. Desde el nacimiento hasta los seis años es cuando los seres humanos más aprendemos, y a los 18 meses es cuando se empieza a evidenciar cada nuevo avance. Por ello, podemos replantear esta afirmación y hablar de los "extraordinarios dos años".
Sin embargo, es crucial estar preparados para ACOMPAÑAR esta etapa, ya que la presencia y el apoyo del adulto son los factores que verdaderamente marcan la diferencia. Aquí algunos aspectos clave para tener en cuenta:
Es importante entender en qué momento del desarrollo se encuentra nuestro hijo o hija. Durante esta etapa, el cerebro de los niños está en pleno desarrollo, especialmente en las áreas relacionadas con la racionalidad. Comprender cómo funciona su cerebro en este momento nos ayudará a responder con mayor empatía y efectividad.
La presencia física y emocional del adulto es esencial. Estar presentes implica más que solo estar ahí físicamente; significa conectar con el niño o niña, entender sus emociones y necesidades, y responder de manera respetuosa y amorosa.
Los límites son necesarios para garantizar la seguridad física y emocional del niño. Estos deben ser claros, coherentes y respetuosos con todos los involucrados. Establecer límites desde el respeto, en lugar de desde la autoridad, tiene muchos beneficios:
-Ayuda a los niños a sentirse importantes y valorados.
-Fomenta el respeto mutuo a través de la amabilidad y la firmeza.
-Es eficaz a largo plazo, ya que se centra en buscar soluciones en lugar de culpables.
-Enseña habilidades esenciales para la vida, como la cooperación y la resolución de conflictos.
-Promueve la autonomía, alentando a los niños a descubrir sus capacidades.
El entorno debe estar diseñado para fomentar la pertenencia y la autonomía. La disciplina positiva y la crianza respetuosa no son sinónimos de permisividad. Al contrario, buscan crear un espacio donde los niños puedan enfrentar la frustración de manera constructiva. Algunas preguntas clave para este acompañamiento son: ¿Hay alguna necesidad física o emocional que no ha sido cubierta? ¿Estoy acompañando desde la conexión en lugar de la corrección?
Mantén la calma: Tu serenidad es crucial para que el niño pueda regularse emocionalmente.
Practica la horizontalidad: Colócate a la altura de tu hijo/a, muestra empatía e intenta ver el mundo a través de sus ojos.
Valida sus emociones: Frases como "Veo que estás muy enfadado, estoy aquí para ti" o "Entiendo que no te quieras ir, cuando estés calmado lo hablaremos" son ejemplos de cómo acompañar respetuosamente.
Crea un espacio de amor incondicional: Deja claro que estás ahí para apoyar, sin importar la situación.
Heterorregulación y vocabulario emocional: Ayuda a tu hijo a nombrar sus emociones y acompáñalo en el proceso de regularlas.
El acompañamiento respetuoso también implica cuidarse a uno mismo. Reflexiona sobre tus necesidades emocionales y físicas. La maternidad y paternidad nos conectan con nuestros miedos, y muchas veces con heridas de la nuestra propia infancia. Por eso, no dudes en pedir ayuda o disculparte cuando sea necesario. Recuerda que ningún padre o madre es perfecto.
En resumen, acompañar desde el respeto y la conexión es la clave para que esta etapa, en lugar de ser "terrible", se convierta en una experiencia de aprendizaje mutuo, llena de oportunidades para el crecimiento tanto del niño como del adulto.